quinta-feira, 16 de julho de 2009

Una Habitación

Tras una pesadilla se despertó en el medio de la noche. Se quedó cerca de la ventana de su habitación mirando la calle. No había nadie allí en la noche fría. Todos dormían. Solamente él y su insoportable insomnio estaban despiertos. Ahora, se acordaba de su adolescencia y de Marina. ¡Que guapa era ella! La chica más linda de todo el mundo – él pensaba. El primer amor.
En verdad, resurgió un pensamiento antiguo en su cabeza. Algo que pensaba no sentir desde aquel tiempo. Desde el colegio. Marina volvió a su pecho como una avalancha de emociones que él pensaba no tener más. Los muertos no pueden moverse en sus urnas, pero, a veces, ellos vuelven a los que se acuerdan de ellos. Era casi un sueño. Casi podía sentir el verano en su piel, aquel mismo verano de cuándo conoció a Marina. Extrañaba todas esas cosas de chico.
Tenía sólo dieciséis años y ya podría garantizar a todos que conocía el amor. Hacía mucho gusto de contarles a todos, pero no les hablaba el nombre de la chica. Sí, porque si Marina le descubriese, se quedaría furiosa y no habría más chance de conquistarla. Así fueron las cosas por mucho tiempo. Él sin coraje de contarle a ella. Ella a ignorarlo sin saber de nada.
Marina tuvo muchos otros novios y él se quedó celoso. Ella seguía ignorándolo como siempre. Pero un día, a las vísperas del examen anual, ella lo llamó por su nombre. Uno debe entender aquí la importancia de ser llamado por su nombre. Lo que más garantiza que otra persona lo conoce es llamarlo por su nombre. Enamorado, ahora se decía novio de Marina, como ella le dijo. Eran novios y hacían muchos planes. Él quería un futuro y ella quería ser aprobada en el examen. Él sabía matemática y ella quería ser aprobada en el examen.
Dos semanas y un examen, fue el tiempo de este amor. Marina fue aprobada como quería y celebró su resultado, con otro novio. Él recibió sólamente un muchas gracias y una traición. Él no ambicionó saber como ella estudió inglés, biología, física o cualquier otra disciplina y garantizaba a todos que no podría más vivir. Y, de cierto modo, hoy ha muerto aquel chico inocente que no conocía el amor verdadero.
Volvió a su habitación gracias a una voz que le llamó por su nombre. Una voz adormilada y suave. Ahora, él mira su cama, se alegra al ver a Ángela, su esposa, la madre de su hijo, su mejor amiga y el verdader amor de su vida.

Evandro Ferreira